Una vez cargada la nevera con provisiones para (casi) todo el viaje, servidora se puso al volante del Golf, con Suqui de copiloto (¿copilota?) y los dos machos alfa sentadines atrás... ¡lo que han cambiado los tiempos! (Según uno de ellos era para que no le amargásemos el viaje con nuestra locuacidad... como ellos son mudines... pobrines). De banda sonora para los 703 km que nos separaban de Serva la Bari iban los 2 gigas de música de papones que caben en el pincho... ¿esta de quién es?; anda que no toqué yo años esta marcha; esta la toca Minerva; busca Lloras en Tu soledad; ayestameencanta; sí, bueno, otra versión; esta pásala que es muy fea...
Después de unos bocatas en la única área de servicio carente de bancos y sombras allá por gijuelo, nuestros hombres recuperaron su virilidad y el control del coche (para desgracia de la fauna voladora extremeña) mientras atrás dormíamos como reinas cuando la mosca tenía a bien dejarnos y el termómetro iba adelantando lo que nos esperaba allende la estepa.
Un rato laaaaargo después, cruzamos el puente de la Barqueta engalanado con la bandera arcoiris (:D) y Sevilla nos dba una calurosa biendenida con 43º graditos de nada. Vamos al hotel, una duchita... y a la calle que está la Virgen de la Histeria (¿o de la Hiniesta?) de camino a la Plaza de San Francisco. Primera levantá, modo paparazzi on, entrenamiento para la bulla mientras disfrutamos de altares como Dios manda (cazurrinos, ¡cuánto nos queda por aprender!), cenita en Campana y calle Sierpes adelante para comprobar el estaribel que montan (arcos de ¿cartón piedra? y toldos incluidos) solo para una procesión. Taxi hacia el hotel en Torre del Oro, donde tocó el Nazareno (¿senior?) en el año 98, la primera banda de fuera de Andalucía que lo hacía y que de 90 tíos bajaron solo 50 (lalarálará, hoy duermo en el sofá...)
5:30 a.m. A la calle que sale el Señor de la Cena y al final no lo vemos. Arco de la Macarena, San Luis, Bustos Tavera, Los Terceros... ciriales, coro, incienso, raseos... ¡que sale La Cena entera!... quita p'allá esa furgoneta, uno, dos, tres, ¡empuja! (para mi otro 50% de la audiencia, entre cuatro costaleros movieron una furgoneta porque no dejaba sitio para el paso). Fotos, fotos y más fotos de camino a la Catedral, aún con las pilas cargadas. Después, a desayunar (mmm...¡jamón!) y a esperar dos horas de reloj (tras una visita fugaz al hotel) bajo un sol de justicia y a pie firme frente a la Puerta de San Miguel para ver la procesión del Corpus, mientras unos buscaban novia para su sobrino y otros empezaban a derretirse internamente. Peeero, ¡estamos en Sevilla! ¡Y hay que capillear! Ale, al Arenal a ver si El Baratillo está abierto... y así, de capilla en capilla y tiro porque me toca, salió La Cena del Palacio Arzobispal y en calle Francos, ¡a la bulla! Por cierto, la adolescencia es muy mala con el calor y, si te dejas llevar, terminas con Cigarreras hasta que quieran dejar de empujar. Con una moribundez considerable, comimos en Las Columnas y nos arrastramos hasta el hotel (dormí siesta, con eso lo digo todo). Tras un chapuzón en la piscina y una merienda hipercalórica (como el resto del fin de semana, vamos) vamos a buscar a la Histeria, que vuelve a su capilla... aunque consideramos mucho más interesante pasar por las setas de la Encarnación, negarnos a subir porque había muchos colorines y terminar en los 100 Montaditos con una jarra de cerveza delante. Para terminar la jornada, un helado en el Häagen-Dazs (quienes pudieron con él), Catedral de noche y vuelta al hotel.
Un ratito de sueño después, ¡en pie! (y no sigas) que toca capillear [perdónenme mis dos lectores, pero tengo tal exceso de información entre capillas, Virgenes, Cristos, Señoras y Señores que ya no sé qué orden seguimos]. Después de volver a prometerme a mí misma que no vuelvo a entrar a ver al Gran Poder never again y de pulular un rato más por Sevilla, cruzamos a Triana para ver a La Estrella y hallar la razón por la que se crearon las Hermandades en este punto del mundo: para encontrar el mechero que perdió Cristo. Claro, que nuestras caras al ver la capilla del Cachorro cerrada fueron un poema (Nota: Si en Sevilla ves un cartel que pone "abierto de 11:00 a 20:00" en realidad quiere decir "abrimos cuando llegamos y cerramos cuando nos da la real gana"). Así que nada... a desandar el camino hasta El Serranito ("¿Lagrimitah de pollo? Eh que ponemo tihte al pollo hahta que le hasemo llorá". Balbino diría "¿Lágrimas de pollo? De las ostias que le di" [Sevilla 1- El Bierzo 0]) y de güerta a Triana dehpué de la siehta. Esta vez sí vimos la capilla de los Marineros (después de mentar al madril de dos cabezas y su expresiva mirada), a la que Jose y Suqui llamarán siempre de los Milagros (la Esperanza de Triana salvó una cámara y una vida en un solo instante). De ahí, calle Castilla para adelante hasta que encontramos el mechero, las sandalias y vimos al Cachorro (¿venimos hasta el fin del mundo para que solo hagas una [rellénese con lo que proceda] foto?), para terminar nuestro periplo en los 100 Montaditos y en el Häagen-Dazs (¿déjà-vu?) con helado de chocolate belga con virutas de chocolate y topping de chocolate negro. en algún momento nos colamos también en una boda en el Salvador, con mujeres-vaca que se ven estupendásticas y fantabulosas con un vestido de mujer-pez (asumamos nuestras propias limitaciones...)
Y ya llegó el sábado... Los Gitanos, Parque Suqui, Plaza de España (lo que se llega a hacer por amor), McDonald's... y para León :( arreglando el mundo y la Semana Santa de camino. Parada técnica en la Salamanca de mis amores, para cenar de tapas por Van Dyck, ver mi casa de mi primer 4º de carrera y los cines donde pasé unos cuantos días del espectador y más coche... ¡si nos reciben en Benavente con fuegos artificiales!
Quedan pedientes para la próxima vez la Catedral, los Alcázares, ¡el baile de los seises!, varias capillas, alguna banda y coger las bicicletas (que hay que llevarlo mirado con antelación)... ¡A ahorrar se ha dicho!
El corazón que a Triana va
nunca volverá
Sevilla
