Y a partir de entonces no hay nada más que un parche, una palillera y dos baquetas. El mundo se reduce al compañero por el que te guías, tratando de no adelantarte ni perderte, mientras acompañas a una melodía que está dejando al público embelesado. Y se suceden las marchas aunque quieres que no terminen nunca y disfrutar de cada golpe: Gitano de Sevilla, Caminando van por tientos, ... de Esperanza, Serva la bari, ¡A la gloria! (a la gloria, pequeño... a la gloria).
Y se te olvida la tensión, que tu traje está defectuoso, que el tricornio te queda grande, que falta gente entre el público con quien te encantaría compartir ese momento...
Y siempre recordarás la sensación de tu primer concierto en tu nueva casa, la de compartir escenario y música con tu padre (¡¡y con el mismo uniforme!!) los besos y los abrazos de tus compañeros, la sonrisa más sincera, las ganas de gritar al mundo que eres alabardera y que te mueres de ganas porque pasen deprisa los próximos 150 días, que la Morenica salga del Mercado y que entremos de lleno en la segunda primera Semana Santa.
Gracias, compañeros
(y compañeras)
(y compañeras)