Ya está aquí... la única semana del año que dura diez días, la única en la que el tiempo se mide por marchas y raseos, la única en la que el espacio lo delimita el ancho del paso.
Creedme si os digo que la felicidad (o gran parte de ella) reside en las miradas y las sonrisas intercambiadas en estos días. Lo demás, al final, resulta casi accesorio.
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